AQUEL GOLPE TAN ANUNCIADO (Texto -actualizado-al cumplirse los 30 años)Escribe Mario Elgue

El próximo 24 de marzo se cumplen 45 años de aquel golpe cívico-militar del 76 que superó a los precedentes por la ferocidad con la cual violó los derechos humanos y por un programa socio-económico liberal/conservador como el de Martínez de Hoz, que asestó un mazazo fenomenal al empresariado nacional y al nivel de vida de los sectores populares.

Pero por la tremenda crueldad de aquel terrorismo de Estado, que no reparó en aberraciones de todo tipo (incluyendo el robo de niños), se suele olvidar que también hubo terror y asesinatos del lado del foquismo guerrillero, cuyos protagonistas centrales eran el ERP y el grupo Montoneros (que había absorbido antes a otras formaciones beligerantes), que apostaba al golpe para «agudizar las contradicciones». En su delirio, la cúpula montonera sostenía que una tiranía militar volcaría a la población en apoyo a los guerrilleros, que asì tomarían el poder, dejarían de lado la democracia «burguesa» e instaurarían el «socialismo».

De alguna manera, ese mesianismo elitista armado de los guerrilleros (provenientes del nacionalismo católico o de diversas variantes de “izquierdismos” obnubilados por la épica y el romanticismo del guevarismo y de la revolución cubana y, en algunos casos, con el aditamento católico de la «Teología de la Liberación»), también contribuyó, objetivamente, a crear un clima anárquico y violento; agrego “pretextos” para que el delirio de Videla y su cohorte de pretorianos diera el zarpazo contra la legalidad constitucional.

LAS FLORES Y LA BARBARIE MILITARISTA

Recuerdo ahora que -al cumplirse los 30 años del golpe- leí en algunos medios que el entonces Presidente Kirchner había recordado a sus amigos Gladis y Carlitos Labolita, de Las Flores, aunque en esa oportunidad pareció confundir a Carlitos con Carlos, su padre, que soportó estoicamente una larga detención por ser un docente de CTERA, continuada con una “libertad vigilada”, no menos perversa.

Fui amigo de Carlitos Labolita, del “Gringo” Gradaschi y conocí al resto de los asesinados en nuestro pueblo por la barbarie militarista. (1) Todos conocemos o somos amigos de algunos de los secuestrados y torturados que, felizmente, lograron sobrevivir, entre ellos de la querida Nieves Alonso, que fue docente de todos nosotros y que tanto influyó en la formación de muchos de nosotros.

Después, cada uno eligió su camino…

AQUEL DURO DEBATE

Pasó algún tiempo y, entre junio de 1975 y febrero de 1976, en un diario de Las Flores («Progreso»), Carlitos, con el seudónimo de Julián Barrientos (que era el nombre del paisano del poema “El Paso de los Libres”, de Arturo Jauretche) y quien esto escribe, con el de Américo Latino, debatimos con dureza con relación al gobierno constitucional de entonces, amenazado por ese golpe que había sido tan anunciado.
De esa polémica cuasi-semanal -en la cual ninguno de los dos sabía con certeza quién era el otro- rescato hoy nuestra coincidencia en que era falsa la opción entre un peronismo desvirtuado y el golpe de Estado: que se debía defender la continuidad institucional, por ejemplo anticipando las elecciones.
Como lo decía Carlitos Labolita, esos escritos estaban impulsados por “una sincera pasión nacional”, a partir de la cual también él tomaba distancia de ese “mesianismo desesperado de los que, al ver cerrado su ascenso social como clase, han recurrido a la truculenta fantasía de sustituir a balazos la intransferible voluntad política de nuestro pueblo” (“Progreso”, Nro. 2033, domingo 28 de diciembre de 1975).
Carlitos describía así su ruptura con el autoritarismo armado de la JP/ Montoneros al cual había pertenecido (lo que significó para él perder de inmediato la “protección” que esta agrupaciòn daba a sus integrantes) y aludía a su ansiosa búsqueda de insertarse en la lucha democrática.
En nuestro caso (que militábamos en la izquierda nacional, enfrentada con la dictadura y, a su vez, muy crítica de la lucha guerrillera) producido ya el golpe, aún recuerdo que algún vecino conocido y el propio Intendente de entonces me anticiparon una semana antes (¿como lo sabían?) que iban a detenerme o secuestrarme. “Ud. haga lo que le parezca, me dijo. Yo ya le avisé y me quedo con la conciencia tranquila”, agregó, muy suelto de cuerpo, el ex Intendente de facto de Las Flores. En efecto, la semana siguiente la policía, con una orden de detención, me fue a buscar a mi casa y, por unas largas horas, me interrogaron a los gritos.
“Que esto le sirva de advertencia», me dijo un desencajado teniente del Área militar de Azul que (junto al jefe de la Brigada local) era el que me increpaba: «la próxima vez lo levantamos y no cuenta el cuento”, enfatizó. De todos modos, a pesar de una denuncia en mi contra, realizada inexplicadamente por un convecino (que me tildaba maliciosamente de “subversivo”), logré zafar de aquella situación, con el asesoramiento del Dr. Luis María Cabral, que era apoderado del espacio político al cual pertenecía y que hoy es un juez harto conocido.
CHARLAS DEL CENTRO DE LA COOPERACIÓN
Por supuesto, me inquieté, pero superado el trance decidimos con otros amigos seguir con nuestra tarea, sutil, pero efectiva al fin, para mantenernos unidos y ofrecer respuestas pluralistas a través del accionar de nuestro Centro de Estudios, que realizaba sus cenas en el Club El Hollín, con charlas de políticos y dirigentes sociales de las más diversas posturas. Participaron, entre otros, Aldo Ferrer, Humberto Volando, el Gral. Jorge Leal, Juan Carlos Manes Manes, Miguel Monserrat, Blas Alberti, Pablo González Bergez, Rogelio Frigerio, Antonio Tróccoli, Feliz Villarreal, Graciela Maturo, José Rodriguez, Pedro Lopez, Eduardo Fossati y Abelardo Ramos. Nos cejamos en ello hasta el retorno de la democracia en 1983.
Hoy, todos sabemos que nuestra Ciudad tuvo sus mártires, Carlitos Labolita entre ellos. Estuvieron los que resistieron, haciendo lo que pudieron para oponerse a la dictadura (nosotros, por ejemplo, desde el «Centro de la Cooperación», creado en Las Flores en 1977, para resistir desde allí, bajo la estructura de ese espacio y con la edición del periódico «El Mirador»); quienes se paralizaron por el temor; quienes apoyaron -por acción o por omisión- y hasta recibieron el golpe con alivio (tal vez por candidez o por desconocimiento) y quienes fueron funcionarios o cómplices activos de aquellos militares que deshonraron la tradición sanmartiniana.
Sé que -entre vecinos tan próximos- referirse a estos últimos puede ser hoy políticamente incorrecto e incómodo. No es el revanchismo ni el rencor el que me motiva ahora sino él seguir mirando hacia adelante. Pero en este cambio de época, en esta reconstrucción y transición democrática que es responsabilidad de todos, con el desafío de generar desarrollo integrado, trabajo genuino, inclusión social y territorial, no está de más “separar la paja del trigo”.
La experiencia dicta que hay muy pocos olvidos ingenuos. Bien lo decía el viejo Fierro: olvidarse también es tener memoria.
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(1) Es más, el «Gringo» Gradaschi -que trabajaba en ACA- en la zona de Retiro, se había acercado a colaborar, para lanzar un ciclo de cine-debate de películas argentinas en nuestro Centro de la Cooperación. En esos días, lo detuvo una partida con uniforme (que dijeron pertenecer al Ejército) en un hotel en Bs As, en donde paraba, y no volvió a aparecer.
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Fotos: Inauguración del ciclo «La argentina que queremos», organizado por nuestro «Centro de la Cooperación» (en el Club El Hollin de Las Flores), que creamos en 1977. En la mesa, nos acompañan Juan C. Molina, «»Alfredito» Almada, Omar Couzelo, Juan Carlos Manes (en uso de la palabra) y Rubén Dahn. En la otra foto, con Abelardo Ramos, en otra jornada en Las Flores.

 

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