Nota de opinión: SABER CIENTÍFICO E IDEOLOGÍA. Escribe Mario Elgue (*)

 

La ciencia no es una mecánica reproducción de la ideología del científico o de quienes se internan en un trabajo de investigación. Estos últimos –como la teoría científica– deben conjugar rigurosidad, coherencia interna y algunas comprobaciones empíricas pero también exponen –lo sepan o no- una comprensión de lo social, cargada de valoración. Aun los que dicen ser neutrales, hasta en esa no-valoración, transmiten una postura ideológica, ya que, en lugar de exhibir su punto de vista, optan por el statu quo, oponiéndose así al cambio.

No hay ideología que penetre más hondamente que aquella que no se manifiesta, esa misma que asegura que sus trabajos se elaboran desde la pura objetividad. Por ello, toda vez que quien teoriza o presenta comprobaciones empíricas en ciencias sociales no explicita sus presupuestos ideológicos, se impone la tarea de decodificarlos.

Hoy es evidente que la antropología, la sociología y la historia no son una simple copia de la realidad sino que –ante los mismos hechos y la misma documentación respaldatoria– disponen de más de una forma de verla: son recortes selectivos de esa realidad que varían según el criterio del que hace el análisis. El cambio de denominación de “economía política” –tal cual la llamaban los clásicos– por la de “ciencias económicas” tampoco es ingenuo o meramente semántico: también tiene un trasfondo ideológico. La economía no es una ciencia exacta, con leyes permanentes. Ellas rigen y son efectivas en tanto y en cuanto subsiste el sistema o régimen económico que las ha generado. Sería impensable que en el feudalismo –en el cual no existía el dinero– se trataran, por ejemplo, la cuestión financiera, la inflación o la posible interconexión entre los salarios y los precios.

LA EPISTEMOLOGÍA ACTUAL

No hay un método científico compartido, aplicable a todas las ciencias como sigue argumentando lo que queda del positivismo. Depende del objeto explorado y varía en cada uno de los casos. No sería lógico, por citar un ejemplo, utilizar el experimentalismo para la antropología o para un análisis clínico en psicología. Lo que sí se ofrece es un basamento común que se refiere al rigor de los procedimientos antes mencionados. Muchas veces, la obsesión por “el” método oculta la impotencia para asumir los dilemas actuales de la epistemología en la construcción de la ciencia (Pierre Bourdieu, 1975).

Caída gran parte de las certidumbres, se pone en duda la vigencia misma de lo epistemológico, particularmente desde las normas del positivismo lógico. En todo caso, se puede adoptar una epistemología débil que renuncie a la omnipotencia; que no se piense como exclusivamente filosófica, exterior a la ciencia, sino recurriendo a la actividad científica, aunque sin fundirse con la misma ya que, de hacerlo, perdería el sentido de su existencia.

La epistemología actual se va reconstituyendo como una reflexión sistemática acerca de las ciencias pero auxiliada por éstas (epistemología general) y, a su vez, como epistemología disciplinar, producida dentro de cada disciplina.

SUPERANDO CONFORMISMOS Y FATALISMOS

Por ello, se propone aquí superar los planteos conformistas del posmodernismo, tanto el fatalismo de asumir lo real como si fuera una “situación dada” como la descalificación de toda crítica sobre lo político/global como “cosa del pasado”. Es más, lo posmoderno debe apelar a conceptos de la modernidad, ya que la desaparición inicial de toda normativa clama por llenar ese vacío con otro horizonte normativo que ahora será -necesariamente– contingente y plural.

La economía social –como movimiento autogestionario y como empresa controlada democráticamente– abreva en conceptos e instrumentos de las ciencias sociales, en general, y de la economía política, en particular. En ese sendero, está convocada también a pensar haciendo y a hacer reflexionando, integrando un proyecto emancipatorio.
(*) Socio del Club Político Argentino

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