El fin del mundo probablemente se parezca a lo que se ve en Corrientes. El fuego es una cosa viva, indomable, escurridiza, que corre por arriba y por abajo de la tierra a una velocidad que no se puede calcular sobre un territorio que está seco y caliente como no ocurría desde hace cuarenta o cincuenta años o quizás como nunca antes.
El fuego ya se deglutió palmares, carpinchos, yacarés y también casas de familia, como anoche, en el pueblito El Caimán, al borde de los esteros, donde desintegró tres viviendas. Desde el 14 de noviembre pasado, cuando se emitió la primera alerta por la posibilidad de incendios forestales, el fuego no ha dejado de conquistar territorio. Todo lo que era verde o amarillo, lo tiñó de negro muerte.