EL CASO MILAGRO SALA. ESCRIBE MARIO ELGUE

Conocí y traté a Milagro Sala. Ello ocurrió, en oportunidad de trabajar, como consultor externo del PROSAP, del Ministerio de Agricultura de la Nación, coordinando un equipo de profesionales en San Pedro, Jujuy, en 2013-15, destinado a capacitar y organizar cooperativas, a partir de un Ingenio azucarero en quiebra del cual se iba a hacer cargo el grupo empresario de Hugo Sigman (el de Aztra Zeneca en Garin). Este grupo exigía 400 personas menos de las ocupadas en el Ingenio La Esperanza y nuestra tarea, junto al INTA, era re-entrenarlas e integrarlas en cooperativas en variadas actividades.

Durante tres años, viajé varias veces en el mismo avión de línea que Milagro (aunque ella iba en primera) y hablé con ella alguna vez. Entre otras cosas, en una oportunidad me increpó, señalando que no le convencía que capacitáramos en cooperativismo y en proyectos viables a los potenciales cooperativistas. ¿Para que, si mis cholas no entienden?, enfatizó. Sin palabras…         

En mi opinión, Sala es manipuladora, ultra violenta y desequilibrada. Con el cambio de autoridades, en 2015, había rodeado la Casa de Gobierno de la provincia de Jujuy y el peligro de que tomara la gobernaciòn con su gente era evidente. Por ello, su detención preventiva era más que necesaria.

Con la anterior administración, fue una gobernadora paralela, frente a la cual el gobernador aparecía como pintado: ejercía un verdadero poder autoritario. Molía a trompadas a los ministros de Fellner para sacarle prebendas (uno de ellos, del área de Desarrollo Social, me lo contó en persona y recordó muy dolido su impotencia ante la imposibilidad de defenderse porque lo iban a acusar de violencia de genero).

Milagro ocupaba con sus tupaqueros los terrenos que se le ocurrían, manejaba salvajemente mano de obra esclava y obligaba a ir a sus actos y marchas a toda la familia (ya que, de lo contrario, les sacaba la casa, de la cual no tenían escritura, a los golpes, con patovicas) y otras yerbas que la vinculan incluso a supuestos homicidios y aprietes a la gente del «Perro» Santillán.

Construyó muchos barrios de viviendas (y centros educativos y de salud) es cierto, y no todos adolecían de defectos estructurales. Pero, por otras tantas viviendas (que no construyó) recibió cuantiosos fondos nacionales que fueron a parar a sus bolsillos y a los de su tropa patoteril. 

Estoy convencido que, en estos tiempos que vivimos, robar a los pobres ya no puede considerarse un tema menor, de «moralina»: es malversar los sueños de miles de compatriotas humildes, defraudados y humillados, utilizando engañosamente nobles banderas por las cuales muchos de nosotros luchamos, sin esperar nada a cambio, alentados entonces por una vocación que nos hacía poner por encima de todo a la Patria y a los intereses populares.

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