Uno de los equívocos en los que se puede incurrir es creer que las ciencias físico-naturales –que, al igual que las ciencias sociales, forman parte de las ciencias fácticas, relativas a los hechos– son exactas y objetivas; que en ellas existe un común denominador de interpretaciones científicas, con un aceptable nivel de consenso. Sin embargo, Thomas S. Kuhn (1969) fundamenta que en las ciencias físico-naturales también se dan lecturas divergentes, distintos supuestos (juicios y prejuicios de valor) y distintas teorías que, a veces, no son percibidas como tales porque se dan en forma sucesiva y no simultánea.
Como si fuera una verdad irrefutable, otros autores aseguran que las ciencias físico-naturales son comprobables en un ciento por ciento, lo que no sería posible con las “sociales”. Sin embargo, Karl R. Popper (1930) refutó este aserto, señalando que la verificación en las ciencias nunca es absoluta ya que cualquier nuevo dato puede modificar o falsar teorías anteriores.
En las ciencias sociales, como en las físico-naturales, hay interpretaciones no coincidentes y aspectos que no son comprobables. Las diferencias son de grado y, en todo caso, surgen porque las ciencias físico-naturales operan sobre hechos repetibles y han logrado un mayor desarrollo conceptual.
Lo que acabamos de señalar no debe llevar al extremo de desconocer los inconvenientes adicionales de las ciencias sociales para tomar una distancia “objetivante”, en la medida en que el objeto de análisis es el mismo que el sujeto que emprende ese análisis. Pero también, a su manera, esta dificultad se presenta en las ciencias físico-naturales: la clonación o el virus del sida generan tantas consideraciones éticas que también allí los valores y la ideología, en un sentido amplio, influyen en el investigador, condicionando sus teorías y sus decisiones.
Tal vez se arrojaría más luz si se dijera –sin ambages– que, aunque sus objetos se diferencian en “naturales” y “sociales”, todas las ciencias, desde el punto de vista de su construcción, son sociales. Los temas a investigar, los fundamentos utilizados, la aplicación de esas investigaciones, no arrojan dudas de que, salvo las llamadas ciencias formales (lógica y matemáticas), todas las ciencias constituyen un “hacer social”, influidas por el poder político y la mayor o menor libertad de expresión, entre otras circunstancias valorativas.
De todos modos, el desacuerdo en ciencias sociales aparece como inevitable, ya que maneja teorías no homologables que, por lo tanto, no son comparables entre sí. Nunca habrá acuerdo, ni siquiera momentáneo, ya que son ciencias que podrían caracterizarse de a-paradigmáticas y no de pre-paradigmáticas, como las bautizara Thomas Kuhn. No se trata, entonces, de una “falta de madurez” de los científicos sociales quienes, de un estadio de “subdesarrollo” mental deberían evolucionar hacia el “desarrollo”: sólo podrían convertirse en ciencias paradigmáticas si se realizara el “sueño” de un mundo con total superación de las ideologías y de un Estado homogéneo-universal, “sueño” que también es ideológico (Follari, 2000).
(*) Socio del Club Político Argentino
Ilustración de JULIO CANÚ
Muy interesante artículo.