La producción de petróleo y gas natural en la Argentina está en el mejor momento de los últimos 20 años, gracias al desarrollo de Vaca Muerta. Luego de un pico histórico en el petróleo en 1998 y en gas en 2004, la producción petrolera tuvo un fuerte declino que lo llevó al mínimo en 40 años en 2017 (con excepción de la pandemia en 2020), para después tener un fuerte repunte debido a la consolidación del shale.
Según datos de las consultoras Economía & Energía y Aleph Energy, la producción de petróleo alcanzó en marzo los 689.000 barriles por día (bpd), de los cuales el 52% fue no convencional (shale de Vaca Muerta). En gas, la producción trepó a 134 millones de metros cúbicos diarios (MMm3/d), con una participación del 46% del shale.
En marzo se llegó a 1.000 millones de barriles equivalentes de petróleo producidos en gas y petróleo de Vaca Muerta desde que Repsol perforó el primer pozo de shale gas en 2010, recordó Daniel Gerold, titular de G&G Energy Consultants.
En materia comercial, el superávit en la balanza energética durante el primer trimestre llegó a 1.670 millones de dólares y el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el resultado positivo se expandirá hasta US$ 3.300 millones a fines de 2024. Un elemento central para obtener un ahorro en importaciones cercano a los US$ 2.000 millones este año fue la construcción del Gasoducto Presidente Néstor Kirchner (GPNK), después de años de estar en agenda sin avances. En el peor momento de crisis energética, allá por el 2013, el resultado en la balanza comercial energética era un déficit de US$ 7.000 milllones por año, uno de los grandes motivos de los desequilibrios macroeconómicos y la instauración del cepo al dólar.
Vaca Muerta ya es una realidad. ¿Y ahora puede transformar la economía argentina en un país estable, convertirlo en un polo exportador de energía y colaborar para el pago o refinanciación de la deuda externa?