Un conjunto de especialistas advierte las consecuencias del trigo transgénico: fumigaciones todo el año, pan con agroquímicos y pérdida de soberanía.
Argentina podría ser el primer país del mundo en producir trigo transgénico y los peligros ya son denunciadas por cientos de ambientalistas. Se trata del trigo denominado HB4 (trigo IND-ØØ412-7), el cual fue autorizado en la resolución 41/2020 el pasado 7 de octubre y con la firma del ministro de Agricultura de la Nación, Luis Basterra.
Presenta dos características principales: una mayor resistencia a la sequía y una tolerancia al potente herbicida glufosinato de amonio, el cual diferentes especialistas no dudaron en señalar por sus efectos sobre el medio ambiente y la salud humana.
Agua contaminada en Pergamino: el juez de la causa procesó a dos ex funcionarios
La posibilidad que el país comience a cosechar su primera producción de trigo transgénico está atada a un acuerdo con Brasil, que se presenta como el primer comprador en la región, por ahora en dudas. Sin embargo, también responde a un complejo entramado de intereses del agronegocio, en el cual uno de sus principales socios es Hugo Sigman, un empresario que conecta la esperanzadora vacuna contra el COVID-19 y el polémico acuerdo comercial entre Argentina y China.
Según un conjunto de organizaciones ambientales y en defensa de los derechos de la tierra, en Argentina ya se usan más de 525 millones de litros de agroquímicos por año. La posibilidad de que se comience a producir el trigo transgénico no hará otra cosa que aumentar su presencia en el aire, el agua y los alimentos. ¿Por qué?
El trigo es un cultivo de invierno, una etapa del año en donde las fumigaciones descienden en casi su totalidad –salvando excepciones- ya que generalmente se realizan en la temporada primavera-verano. “La aplicación del glufosinato de amonio dará lugar a fumigaciones con este herbicida altamente tóxico en invierno, cuando es aún mayor la susceptibilidad a contraer enfermedades respiratorias”, le dijo a INFOCIELO el abogado de derechos humanos y soberanía alimentaria, Marcos Filardi.
Además, según aseguraron biólogos, ingenieros ambientales, médicos y ambientalistas aglutinados en “Acciones Biodiversidad”, el glufosinato de amonio “es un herbicida todavía más tóxico que el glifosato y está ampliamente cuestionado y prohibido en muchos países por su alta toxicidad aguda y sus efectos teratogénicos, neurotóxicos, genotóxicos y alteradores de la colinesterasa”.
Por su parte, defensores del nuevo producto genéticamente modificado consideran que podrían traer grandes beneficios para la economía, teniendo en cuenta su rinde se da con menos necesidad de agua, algo que es festejado en un sector del campo si se tiene en cuenta que Argentina atraviesa una de las peores sequías de los últimos años.
«(El trigo transgénico) permite ampliar la frontera productiva, ganar rindes y llegar a regiones como el norte argentino», explicó para BAE Negocios, el consultor en agronegocios Pablo Adreani. En este sentido, agregó: «Argentina debería tener una política para que este trigo se apruebe en todo el mundo, ya que puede dar soluciones a países como Australia, que sufrió los efectos de la falta de agua en ese cultivo».
Bien es conocido que el trigo es la base de una alimentación milenaria y muy cultural en nuestro país: de allí nace la harina y con ella, se producen decenas de alimentos como el pan, las pastas, pizzas, tartas, empanadas y facturas. “A partir de esta autorización, el trigo tendrá residuos de glufosinato que se incorporará a las harinas y sus derivados, es decir, habrá presencia de esta sustancia en alimentos básicos de consumo diario, hecho inédito en la historia de nuestro país, con lo cual toda la población estará expuesta a la ingesta de este veneno en su dieta diaria”, agregó Filardi, también integrante de la Red de Abogadas y Abogados por la Soberanía Alimentaria (REDASA)
Al margen de este punto central, nace otro de gran preponderancia en relación a la soberanía alimentaria de nuestro país: como el trigo se autofecunda en un gran porcentaje, hay posibilidades que en un futuro la plantación de trigo transgénico termine colonizando los campos argentinos y haciendo desaparecer, poco a poco, las semillas autóctonas de nuestro suelo.
Son tantos los aspectos negativos, que el trigo transgénico ya fue rechazado en otras partes del mundo a partir de una resistencia directa de productores locales. De hecho, en Estados Unidos y Canadá, Monsanto tuvo que retirar su trigo resistente al glifosato reconociendo que “como resultado de la revisión de nuestra cartera [de productos] y el diálogo con líderes del sector triguero, admitimos que las oportunidades empresariales del trigo primavera Roundup Ready son menos atractivas en relación con otras prioridades comerciales”.
Un último elemento a tener en cuenta es cómo la posibilidad que Argentina coseche por primera vez un trigo transgénico se conecta con dos temas de agenda: la vacuna contra el COVID-19 y el acuerdo entre Argentina y China para instalar en el país cientos de granjas industriales porcinas.
La empresa que patrocinó la producción de trigo transgénico es una nacional, Bioceres, pero que a su vez tiene a su subsidiaria “Bioceres Crop Solutions Corp” que cotiza en la bolsa de Nueva York. No solo eso, sino que mantiene alianzas estratégicas con Syngenta/Chemchina, Valent, Dow Agrosciences y tiene entre sus accionistas a nada más ni menos que a Monsanto.
También, a nivel nacional, a otros dos empresarios de renombre: el autodenominado “zar de la soja”, Gustavo Grobocopatel y Hugo Sigman, el dueño de Biogénesis Bagó. Precisamente este último, Hugo Sigman, es el principal impulsor del acuerdo comercial entre China y Argentina para que en el territorio nacional se instalen cientos de granjas industriales porcinas, con un impacto ambiental altísimo, que ya fue denunciado por diferentes organizaciones ambientales y también sociales-políticas.
Según pudo saber INFOCIELO, el principal interés de Sigman en ese acuerdo es proveer de diferentes fármacos para los animales y la puesta en práctica de las denominadas “tecnologías 4.0”. Para los seguidores de este entramado del agronegocio, no se puede escapar el dato que la farmacéutica de Sigman es –precisamente- la que elaborará la vacuna contra el COVID-19. Es decir, plantean la posibilidad de una “devolución de favoreces”, que deja abierto un conflicto inédito para la soberanía alimentaria y salud de la población en el país.