El 24 de marzo se cumplen 45 años de aquel golpe cívico-militar del 76 que superó a los precedentes por la ferocidad con la cual violó los derechos humanos y por un programa socio-económico como el de Martínez de Hoz, que asestó un mazazo fenomenal al empresariado nacional y al nivel de vida de los sectores populares.
Pero por la tremenda crueldad de aquel terrorismo de Estado, que no reparó en aberraciones de todo tipo (incluyendo el robo de niños), se suele olvidar que también hubo terror del lado del foquismo guerrillero, cuyos protagonistas eran el ERP y el grupo Montoneros, que apostaba al golpe para «agudizar las contradicciones». De alguna manera, ese mesianismo elitista de los guerrilleros (provenientes del nacionalismo católico o de izquierdismos obnubilados por la épica y el romanticismo del guevarismo y de la revolución cubana), agrego “pretextos” para el delirio de Videla, para que él y su cohorte de pretorianos dieran el zarpazo contra la legalidad constitucional.
En Las Flores -Ciudad sita en la Provincia de Bs. As- fuimos amigos de Carlitos Labolita, del “Gringo” Gradaschi. Todos conocimos a algunos de los asesinados, secuestrados y/o torturados que, felizmente, lograron sobrevivir, entre ellos de la querida Nieves Alonso, recordada docente de la escuela pública.
Entre junio de 1975 y febrero de 1976, en un diario de Las Flores («Progreso»), Carlitos, con el seudónimo de Julián Barrientos (que era el nombre del paisano del poema “El Paso de los Libres”, de Arturo Jauretche) y quien esto escribe, con el de Américo Latino, debatimos con dureza con relación al gobierno constitucional de entonces, amenazado por ese golpe que había sido tan anunciado.
Rescato hoy nuestra coincidencia en que era falsa la opción entre un peronismo desvirtuado y el golpe de Estado: que se debía defender la continuidad institucional, por ejemplo anticipando las elecciones. Como lo decía Carlitos, esos escritos estaban impulsados por “una sincera pasión nacional”, a partir de la cual también él tomaba distancia de ese “mesianismo desesperado de los que, al ver cerrado su ascenso social como clase, han recurrido a la truculenta fantasía de sustituir a balazos la intransferible voluntad política de nuestro pueblo” Carlitos describía así su ruptura con el autoritarismo armado de la JP/ Montoneros al cual había pertenecido y aludía a su ansiosa búsqueda de insertarse en la lucha democrática.
Hoy, todos sabemos que en nuestra Ciudad tuvo sus mártires, Carlitos Labolita entre ellos. Estuvieron los que resistieron, haciendo lo que pudieron para oponerse a la dictadura (nosotros, por ejemplo, desde el «Centro de la Cooperación», auspiciado por una cooperativa agropecuaria y una eléctrica, desde 1977); quienes se paralizaron por el temor; quienes apoyaron -por acción o por omisión- y hasta recibieron el golpe con alivio y quienes fueron funcionarios o cómplices activos de aquellos militares que deshonraron la tradición sanmartiniana.
No es el revanchismo el que ahora nos motiva sino él seguir mirando hacia adelante. Porque en este cambio de época, en una reconstrucción y transición democrática que es responsabilidad de todos, no está de más separar la paja del trigo. La experiencia dicta que hay muy pocos olvidos ingenuos. Bien lo decía el viejo Fierro en el poema inmortal: olvidarse también es tener memoria.
(*) Ex presidente del INAES. Miembro del Club Político Argentino