Lo que se viene observando en casi todos los países que enfrentan procesos electorales en el medio de la pandemia es que los oficialismos están teniendo problemas. Lo ocurrido en Francia, donde en las elecciones regionales, el partido del presidente Emmanuel Macron no logró ganar en ningún distrito electoral regional ni llegar con su partido a la posibilidad de un balotaje. Las elecciones en México, en donde si bien López Obrador obtuvo un triunfo, no logró su objetivo de obtener una mayoría y creció de manera considerable el PRI, el PAN y el PRD, todas fuerzas opositoras. En Chile, tanto el oficialismo como el establishment político tradicional se enfrentaron a una derrota estruendosa en la constituyente a pesar del buen desempeño del plan de vacunación contra el coronavirus. Lo mismo podría decirse en Israel, tal vez mejor ejemplo mundial en eficacia en términos de vacunación, en donde Benjamín Netanyahu tuvo que dejar el poder tras 12 años.
En este escenario, Argentina se acerca a las elecciones de mitad de mandato y naturalmente, desde la reforma constitucional de 1994, la provincia de Buenos Aires se transforma en la gran protagonista de esta elección y es donde surgen las mayores incertidumbres políticas. Este sentimiento es tal vez el que más representa nuestro tiempo actual.
En el Frente de Todos se destaca la aparición de Cristina Fernandez de Kirchner dejando señales claras de como considera que debe encararse la campaña electoral. Este hecho llamó poderosamente la atención ya que, si analizamos su historia, cuando hay temas tan candentes (tragedias, epidemias como la actual), la vicepresidenta se ha caracterizado por mantener estrategias de perfil más bajo. Evidentemente la preocupación existe. Esto se da por la constante devaluación que viene sufriendo la palabra y la imagen pública de Alberto Fernández. La vacunación y la unidad del Frente Justicialista son fundamentales, pero no dan garantías de ser suficientes para lograr el objetivo electoral: mejorar su posición parlamentaria. Cristina sigue siendo la líder del espacio y es quien marcará los caminos en este complejo proceso electoral.
Otro de los socios del espacio, Sergio Massa, también se enfrenta a una tarea titánica: retener el voto del interior bonaerense donde hay mucho enojo en torno a las estrategias gubernamentales concernientes al campo. El conurbano es clave, pero en el interior los votos prácticamente valen doble. Cada decisor que logre retener es un voto que no recibe Juntos por el Cambio.
La oposición tampoco es un lecho de rosas. Las acciones políticas generan efectos también políticos que pueden ser de grandes magnitudes. Lo que estamos observando es que la elección interna de la Unión Cívica Radical en la Provincia de Buenos Aires dotó a las autoridades electas de una legitimidad que les permite soñar con pasar de ser un socio secundario a querer transformarse en un eje estratégico en la confección de políticas y de las listas. Asimismo, es menester sumar a una figura clave como Facundo Manes que tiene la capacidad de adaptarse a las necesidades de estos tiempos. Sin manifestar que será candidato de manera oficial, ha generado expectativas lo suficiente poderosas como para poner al centenario partido en condiciones de liderar y cambiar la lógica opositora en la provincia.
La infantil posición política de María Eugenia Vidal intentando ser candidata en la Ciudad de Buenos Aires, conjuntamente con la ansiedad y el adelantamiento de los tiempos de Horacio Rodríguez Larreta para liderar la coalición opositora, generaron un terremoto en la oposición ya que con la bandera de la autonomía política de la Provincia de Buenos Aires, Jorge Macri se posicionó como un actor protagónico y comienza a ocupar espacios conjuntamente con la UCR bonaerense en la mesa nacional de Juntos por el Cambio. El espacio vacío que va dejando Vidal empieza a ser ocupado por representantes provinciales y por primera vez después de muchos años, la provincia parece intentar generar espacios de autonomía para poder implementar políticas específicamente bonaerenses. Esto hubiera sido impensado con Vidal compitiendo en ese distrito. Asimismo, hay que seguir con mucho detenimiento la figura de Carrió ya que con sus definiciones va marcando la estrategia política opositora.
Por otro lado, el peronismo no oficialista está en plena construcción detrás de la figura de Florencio Randazzo que indudablemente es uno de los que más afectados con la posibilidad de que Facundo Manes sea finalmente candidato. El espacio debe plantear políticas sumamente audaces para poder ser el germen de un peronismo de futuro, más cercano a las necesidades del siglo XXI y dejando consignas vetustas que marcaron la vida del PJ durante años. Necesariamente deberán encontrar acuerdos con el peronismo republicano, para potenciarse ante la ciudadanía y realmente ser un proyecto competitivo electoralmente. Por el momento, es incipiente.
Por último, el liberalismo y fuerzas de centro derecha coquetean con una gran primaria con los sectores opositores de Juntos por el Cambio. Corren el enorme riesgo de terminar diluyéndose ya que no cuentan con una identidad lo suficientemente consolidada. Asimismo, la izquierda tiene una excelente oportunidad siempre que puedan confluir las diversas vertientes en una lista común. Ya ha experimentado una muy buena elección en Jujuy en 2017 donde ingresaron 5 diputados provinciales y también en Mendoza y en la ciudad de Salta. Queda por analizar el Partido NOS, de Juan José Gómez Centurión que por ahora centraliza su discurso en torno a la seguridad y en contra del aborto. Es otra de las incógnitas para lo que se viene.
Toda la dirigencia tiene un único objetivo, a pesar de los intereses y miradas diferentes que cada uno tiene. Comenzar a trasmitir certezas en un mundo donde prima la incertidumbre.