Callejeros, del debut en la puerta de una peluquería a su noche trágica: qué hizo cada músico cuando se quemó Cromañón:

La banda de Villa Celina dio sus primeros pasos en 1992. Ensayaban en una habitación a medio terminar del padre del bajista, Christian Torrejón. Con el liderazgo de Patricio Santos Fontanet, editaron tres discos. Ese ascenso se frenó bruscamente en el boliche de Once. El minuto a minuto de la banda en la noche del 30 de diciembre de 2004.

Cuánto más fáciles e inocentes fueron las cosas treinta y dos años atrás, cuando Patricio Santos Fontanet, que era de Tapiales, se juntó para tocar con un grupo de pibes de Villa Celina y hacer rock. Entre esos estaba, también, su amigo Christian Torrejón, con quien se conocían desde siempre y venía de intentar lo mismo en Viejo Smoking. Se llamaron, al principio, Gatos Callejeros. Luego, por su amor por la banda Creedence Clearwater Revival y algunos cambios en la formación, se rebautizaron Río Verde, como una canción de la agrupación norteamericana. Tocaban, además los inoxidable temas de John Fogerty, covers de Los Beatles, los Rolling Stones, Chuck Berry. Esa era la música que les gustaba.

Ensayaban en la calle Barros Pazos al 1100, en Villa Celina. Tenían, a su disposición, una habitación en un chalet a medio terminar, propiedad de Eleazar Torrejón, el padre de Christian –o Dios, como lo llaman los fans-, justo al lado de ElectroStar, el negocio de electrónica de la familia. El barrio comenzó a agitarse al ritmo de esos pibes. Y como sucede en los barrios, lejos de quejarse por el volumen, los apoyaban.

Enfrente estaba el kiosco de Adrián, donde cruzaban en los descansos a comprar alguna gaseosa (casi siempre de pomelo) o se quedaban a jugar al metegol que había en la vereda. En la misma cuadra estaba otro negocio que frecuentaban: la peluquería Eskrúpulos, de Juan José Biso, que le cortaba el pelo a Christian y a Fontanet desde que tenían 14 años. El primer recital que dieron fue en la puerta de su local, y él les prestó un reflector.

Llegó así 1997, ya con el nombre definitivo de Callejeros y un line up con Fontanet en voz, Christian en bajo, Eduardo Vázquez en batería, y Gustavo Varela y Guillermo Le Voci en guitarras. Los dos últimos marcharon en el 2000 y el 2001, respectivamente. En su lugar ingresaron Maximiliano Djerfy y Elio Delgado. Con la nueva formación tocaron en la Federación Gaucha de Mataderos y en el Marquee, un boliche que estaba en Scalabrini Ortíz y era para 500 personas. En el 2001 también se sumó, en saxo, Juancho Carbone. Era más experimentado, ya había tocado en Viejas Locas, la banda de Pity Álvarez. Ese mismo año editaron su primer álbum, Sed.

Dos años después de su disco debut salió a la venta Presión, y tuvieron su primer hit: “Una nueva noche fría”, de alta rotación en las radios. Callejeros creció hasta más allá de los sueños de sus integrantes. Antes de su tercera placa, Rocanroles sin destino, que vio la luz en octubre de 2004, habían llenado por dos noches el estadio de Obras Sanitarias, donde los vieron diez mil personas, y la cancha de Excursionistas, en la que reunieron a 15 mil. Por esa época pudieron dejar sus trabajos: Torrejón, por ejemplo, hacía service de ascensores. Ya no llevaban ellos sus instrumentos, tenían plomos. Diego Argañaraz, su manager, ya no recorría boliches para negociar una fecha. Las ofertas llegaban a él.

Ese crecimiento imparable chocó contra Cromañón.

La noche del 30 de diciembre de 2004 sería la última de la serie de tres conciertos que planeaban hacer junto a Omar Chabán, con quien solían trabajar cuando tocaban en Capital Federal. El plan consistía en presentar, uno detrás del otro, los tres discos editados hasta ese momento por la banda. El 28 fue el turno de Sed, el 29 le tocó a Presión, y cerrarían ese jueves 30 con los temas de Rocanroles sin destino.

Aún antes que subieran al escenario, desde que comenzó la velada, Cromañon vibraba con cierta tensión. Las luces de los fuegos de artificio arrojados por el público en el ámbito cerrado del boliche durante el show de Ojos Locos, la banda soporte, presagiaban el oscuro final. El horror, esta vez, no se quedaría en amagues como otras tantas noches. Habló Chabán para alertar sobre el riesgo, y recibió un coro de chiflidos e insultos. Lo hizo en forma brutal, sin medias tintas: “Loco, déjense de joder que hoy somos seis mil personas y no queremos que pase lo de Paraguay”, en referencia al incendio del shopping Ycuá Bolaños de Asunción, la capital de ese país, donde murieron 396 personas.

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