Norberto Castrocane: la historia de un artista que es profeta en todo el mundo y quiere resurgir en Buenos Aires:

Norberto Castrocane y la pintura fueron, son y serán inseparables. Nacido en 1941, en el barrio porteño de Belgrano, “Castro” comenzó a mostrar su pasión por el arte desde muy temprana edad, y quien lo conoce sabe que es lo único que necesita.

A pesar del paso de los años, el maestro sigue teniendo la llama del espíritu rebelde de todo artista, algo que se nota en cada trazo. Sus pinturas, por otro lado, son obras de arte que tienen un valor incalculable. Se imponen a simple vista y generan un efecto magnético que hacen que cualquiera, incluso quienes no saben de arte, se admiren ante la fuerza y el colorido imponente.

Otra cuestión, para nada menos importante, es el nivel y el gran abanico de técnicas que maneja “Castro”. Y eso tiene un sentido cuando uno hace un fácil escaneo a sus estudios y su propia investigación en su arte, que fue mutando con el paso de los años. El maestro aprendió de y con los mejores, y eso hizo que hoy esté en la mesa chica de los ilustres pintores.

Sus estudios comenzaron en la Escuela Superior de Bellas Artes “Ernesto de la Cárcova”, donde fue alumno de eminencias como Demetrio Urruchúa y José Fioravanti, quienes ya vieron el potencial desde joven y lo ayudaron a dar sus primeros pasos en la carrera.

Años más tarde, en 1962, viajó a Europa y expuso en Praga invitado por el gobierno chescolovaco. Entre 1963 y 1968 permaneció en Italia trabajando en pintura, dibujo y escultura, donde recibió el “Premio al mejor artista extranjero”. Allí compartió con ilustres como Salvador Dalí, PabloPicasso, entre otros.

En 1979 fue el turno de Londres. La historia de cómo llegó es gracias a la invitación del Consulado Británico para trabajar en la “Tate Gallery”, la “National Gallery” y el “British Museum”, mientras estudiaba la obra de Joseph Mallord William Turner. Al año siguiente expuso en la Galería de Arte Contemporáneo, en Savona, y finalmente en 1984 viajó nuevamente a Italia y España y expuso junto al artista español Joan Miró.

Una extensa obra

Castro tiene más pinturas de las que cualquier mortal, incluso él, pueda recordar, pero cada una es única. Esto se da no sólo porque no hace dos pinturas iguales, sino porque en cada una deja un pedazo de su alma, algo que explica también la dificultad para desprenderse de su arte.

Sin embargo, comprar un Castrocane hace 50 años y hoy no es lo mismo. Su estilo fue mutando hasta llegar a la actualidad, donde el maestro logra forjar una identidad única y donde cada trazo ya tiene la seguridad de quien sabe y tiene años de estudio y carrera.

Como todo gran artista, al maestro no le faltaron oportunidades. Más allá de las becas que le otorgaron y las grandes galerías del mundo que querían tener sus obras, a Castro más de una vez le propusieron dejar de ser él, algo que aborrece. Fiel a su esencia y a su espíritu bohemio, si no siente su arte, no la quiere.

Esto llevó a que se haya alejado del circuito del arte hace más o menos 20 años, pero nadie ni nada le quita lo bailado. En la actualidad se encuentra en el Mercado de San Telmo, en un puesto que no lo merece y que no le hace justicia al talento del maestro. Tiene su atelier en Parque Chacabuco, donde pinta.

¿Qué pinta?

El quiere unir el alma con lo material y eso lo lleva incluso a tener conflictos con sus obras. En su estudio tiene obras sin terminar hace ya varios meses porque no le llega la inspiración sobre qué quiere reflejar, mientras tanto avanza con otras. El maestro logra una conexión que es envidiable y hace que su pincel se mueva de una manera única, para terminar en una obra donde nada está librado al azar y todo tiene un sentido.

El maestro tiene una idea, la plasma en su cabeza, y ya se convierte en realidad. La pintura pasa a ser una extensión más de él y él se convierte en aquello que está pintando, no importa qué sea, si es una persona, una pareja de tangueros, un toro furioso o el mismísimo cosmos. La conexión es la que le dicta por dónde avanzar y es la forma la que termina diciéndole que el cuadro está terminado.

Sus pinturas recorrieron el mundo y “Castro” fue dejando pedazos suyos en lugares que todavía ni sabe. Todos los días le llegan a él y a su equipo mensajes y fotos de cuadros del maestro que están en cualquier punto del planeta. El arte es de él, pero el mundo se la apropia y llega a los lugares más recónditos, como la India.

Actualidad

Castrocane, a pesar de sus ya más de 80 años, sigue teniendo un espíritu bohemio y un poco amante del tormento. Su vida es la historia de un romántico que no necesita grandes excentricidades, supo vivir en un palacio en Italia (hogar de su familia a pocos kilómetros del límite con Francia) y también estar en la ciudad de la furia, peleando porque el arte tenga un lugar más importante en la vida diaria.

Ante la consulta de por qué había decidido quedarse en Buenos Aires y no emigrar a otros países donde, por el respeto que le tienen al arte, su carrera habría sido más fructífera y valorada, el maestro se quedó pensativo y terminó en la conclusión de que no sabía, que quizás podría haber sido por este “amor” al tormento y ante la falta de necesidad de una vida de lujos.

Sin embargo, y más allá de eso, Castro planea su vuelta al circuito del arte. Antes de colgar sus pinceles, que ese día será sólo cuando él ya no pueda moverlos, quiere tener un último baile, ver sus obras en una exposición, como pasó hace tantos años atrás en las mejores galerías del mundo. El resurgir del maestro en un capítulo que será memorable y que, ojalá, lo ubique en el lugar que se merece y, por fin, sea profeta en su tierra.

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