(Extraido de La Tecla.info)
El viernes, Alberto Fernández reeditó la última foto que se sacó antes de que Cristina anunciara su candidatura a Presidente. Había sido el 17 de mayo de 2019 en Lomas de Zamora, junto a intendentes del Conurbano, en el quincho del Parque de Lomas. La nueva postal, ampliada con otros funcionarios -entre ellos, el gobernador Kicillof-, se leyó como un gesto de apoyo de los alcaldes después de la carta de la vicepresidenta, de la ausencia de Máximo en el acto que el jefe de Estado encabezó para recordar a Néstor Kirchner, de los cruces por la toma en el campo de los Etchevehere y de otras cuitas que averiaron la salud de la alianza gobernante.
El Frente de Todos es muy amplio como para homogeneizar opiniones, y hasta son lógicas las diferentes posturas; el problema es que las divergencias empiezan a surgir en cuestiones centrales que no dan margen a que unos digan blanco y otros negro dentro del mismo espacio. Esto, condimentado con un creciente cuestionamiento a funcionarios del gabinete y a una zigzagueante relación entre la Rosada y quienes mandan en el Congreso. En el fondo se discute quién conduce. Mientras en el entorno de Alberto sostienen que él es la garantía para que el espacio llegue unido a las elecciones, cada tribu tiene su jefe, y cada jefe su postura frente a políticas centrales, y no siempre son coincidentes.
La carta de Cristina fue un cimbronazo para varias de esas tribus, y tuvo impacto en el Ejecutivo, sobre todo cuando el Presidente y la vice llevan varias semanas sin cruzar opiniones. Hay quienes piensan que con la misiva, la expresidenta se corrió de la escena para dejar a Alberto librado a su suerte. Es difícil creer que Cristina, con la centralidad que le encanta ejercer aun cuando parece estar fuera de radar, se haya retirado a cuarteles de invierno cuando llega la temporada estival, no sólo en lo climático sino también en lo político, con una elección por delante. En 2021, ella jugará sus fichas, sin dudas. “Cristina, siempre está, aunque no se la vea”, suele repetir un cristinista con poder territorial en la Provincia.
Más allá de la carta, en Balcarce 50 preocupa la falta de coordinación interna para evitar cruces innecesarios, provenientes en muchos casos de segundas líneas o de librepensadores. Estos son muchos, del más variado pelaje, y todos se sienten parte y con derecho a opinar de lo que sea. “Más que fuego amigo, lo que vemos es una verborragia bastante elocuente y desordenada producto del frente que somos”, reconoció un vocero del Gobierno. Agregó: “Los librepensadores instalan lo de las expropiaciones, cuando somos el primer Gobierno que no para de asistir a las empresas, incluso pagándoles el sueldo a los empleados”.